Arauca birding

Si tú quieres ver pájaros no puedes acabar con los bosques, no puedes ensuciar el río, ni tirarles plomo ni cauchera. Es despertar esa conciencia de lo vivo.

Me llamo John, tengo 33 años, y soy araucano. Desde muy joven he estado en el campo, jugando en el monte, mirando animales, observándolos. Estudié en el colegio Cristo Rey, me gradué, y me fui a estudiar Ingeniería Agrícola en la Universidad Nacional sede Medellín, renuncié y me devolví para Arauca, ingresé a estudiar en el SENA una Tecnología en HSEQ, como para sentirme ocupado, y fue allí, en un semillero investigativo, que me apasioné por el pajareo, por el avistamiento de aves. A los 27 años descubrí esa pasión, no solo por los pájaros, sino también por todos los seres vivos como tal. Ahí es donde uno se da cuenta que la pasión, lo que realmente uno quiere, no es tan fácil de obtener, y aún menos cuando se es joven; uno tiene muchas cosas en la cabeza, pero no logra visualizar bien cuáles de todas estas realmente uno desea.

En el colegio tuve los primeros indicios. La oportunidad de ver con el microscopio insectos, animales disecados, muchas jodas; pero mi proceso ha sido un ejercicio más individual, algo así como investigación directa. Desde el patio de mi casa, iba, miraba, me metía donde había babillas, culebras, de pura curiosidad. Agarraba los animales y los llevaba a la casa para tenerlos como mascotas silvestres, costumbre que está todavía muy arraigada acá y yo creo que en todo Colombia. Así como me pasó a mí, debe estar creyendo mucha gente que tener una mascota en casa es una manera amable, chévere tener animales y de pensar que ellos se van a sentir bien ahí; y eso que acá en la casa los teníamos en semilibertad, fuera de jaula, ahí en el patio que es bien grande.

Apenas salí del colegio, me fui a Medellín a estudiar, ni siquiera el profesor de matemáticas del colegio tenía fe en que pasara a la Universidad Nacional de Colombia y sí, lo hice. Rompí esa idea de que “no esperamos nada de ti y te lo vamos a recordar toda la vida”. Fuimos a la Nacional y me metí a una cosa que era Ingeniería Agrícola, pero cuando uno se choca con la realidad de las materias, me di cuenta que no estaba enfocada a los cultivos, al cuidado de lo vivo; sino todo lo contrario, era como una Ingeniería Civil, pero en el campo. Se hacen carreteras, pero en el campo. Era la misma joda, solo póngale lo agrícola al final. Y claro, yo terminaba viendo materias con civiles y no tenía nada que ver con lo que yo proyectaba hacer para con mi vida. Hice seis semestres, y bueno, hubo materias complementarias que me ayudaron a fortalecer el proceso de turismo comunitario, como las temáticas del suelo, su acidez, todas esas vainas.

Poco a poco me di cuenta que todo lo que voy aprendiendo me es útil y más en turismo y avistamiento de fauna, porque estos como tal son intercambios culturales. Todo lo que uno sepa es un punto a favor dentro de un proceso como este. Primero hablamos de las gentes del lugar, de las especificaciones del territorio, del contexto en donde viven las especies que deseamos avistar y, por último, hablamos de las aves. Entonces antes de pajarear, hay un montón de procesos previos que son igual de importantes a la observación. Y para dialogar sobre ello se necesita conocimiento.

Ya en el SENA, estudiando nuevamente algo que no me interesaba, había un semillero llamado Kaliawiri anclado a otra tecnología (Guianza Turística). Este estaba encabezado por el profe Higuera y el profe Pedraza, y en su momento fue algo muy innovador aquí dentro del pueblo, porque al ser un ejercicio de investigación el SENA comenzó a recibir binoculares, cámaras pro y compró materiales para que pudiéramos desarrollar todos los ejercicios investigativos. Era particular porque el SENA no es que tenga vocación de investigación, pues éste te prepara es para el trabajo técnico y realmente tenía como propósito dejar de ver a los jóvenes araucanos como aquellos que solo usan rifles, para comenzar a utilizar binoculares, y dejar de ver al otro como enemigo para comenzar a observar animales.

Gracias a eso salieron los operadores que están ofertando turismo comunitario acá en Arauca. De ahí que en términos turísticos Arauca sea bastante joven, aproximadamente de unos cinco años cuando comenzó a fortalecerse el desarrollo y la estructuración de la cadena turística para explorar las bondades del departamento. Ahí nació Arauca Birding.

Para esos inicios yo ya conocía muchas cosas de los pájaros. Me decía ese man ya lo he visto, se la pasa en la casa y comencé a darme cuenta que muchas de las especies que se mostraban yo ya sabía qué comían, dónde compartían, cómo sonaban. Entonces al entrar al semillero me era muy familiar todo lo que decían, sin embargo, lo que me hacía falta eran sus detalles, como nombres técnicos, ciertos comportamientos, otras fuentes de alimentación, entre otras cosas y lo fui perfeccionando en el semillero y con la lectura de la Guía Ilustrada de la Avifauna Colombiana. Es decir, comencé a estudiar todo este mundo de una manera más técnica.

 En ese entonces Arauca Birding lo conformaban todas las personas de la Tecnología de Guianza Turística, pero poco a poco cada una fue creando su propia iniciativa y quedamos aproximadamente diecisiete. Muchachos del barrio, de las veredas de acá del pueblo y comenzamos a salir, a observar. Ahí tuvimos nuestra primera observación con un señor de la Cancillería, no teníamos ni botas, a pie pelado nos fuimos a pajarear con él. El señor quedó encantado y, para sorpresa, nosotros también. Era la primera experiencia de llevar a alguien a que viera fauna silvestre. La humildad y el compromiso de ese señor nos ayudó a aventurarnos a ser lo que estamos haciendo en este momento.

 Muchos de esos pelados todavía están por ahí, pero varios tienen que desarrollar sus cosas, tienen que trabajar, empujarse también en sus vidas. Por eso estos procesos son procesos lentos, y más aún en un departamento como el nuestro. La seguridad, sentirse bien en lo que estás y sentir que puedes andar por ahí, es crucial. Cualquier cosa puede retroceder lo que hemos hecho. Por más que uno quiera, si la ruta no está segura, no la puedes hacer, es muy jodido, porque llega a pasar algo y uno termina quemándose. Se pierde la confianza, se generan rumores y el voz a voz termina dañando el proceso. En lo posible es mantener la confianza y la palabra.

 En lo personal con todos los que han pasado por el proyecto, por lo menos tuvieron la oportunidad de conocer un binocular, una cámara, de descubrir un mundo distinto al que estamos acostumbrados. ¿De cómo todo esto les ha influido en su vida? La verdad, no sé, yo puedo contarle acá mil pajaritos, pero la verdad no sé, la realidad es muy distinta, a veces uno cree que ha hecho un montón de cosas, pero puede que no. El tiempo lo dirá en la vida de cada quien, de pronto sea un buen recuerdo para ellos en alguna instancia. Como la vez que conocieron a una japonesa, todos estaban sorprendidos porque no conocían una japonesa. Para todos fue un choque cultural porque nunca habían compartido con alguien de allá. O la sorpresa de descubrir un pájaro nuevo, sus colores, sus plumajes, después de llevar mucho tiempo detrás de él, hasta que lo encuentras.

Hay mucho que ver, mucho territorio que recorrer. Más de mil novecientas especies en Colombia, en la Orinoquía unas seiscientas y para el departamento de Arauca, unas cuatrocientas especies de aves. De esas, uno tiene un conteo personal y otro conteo que te da la plataforma Ebird, en la que se volvió una vaina competitiva, pero tiene un impacto turístico; en ambos conteos es un proceso de profesión ética. De estar seguro, verificar y ahí sí anotar la especie observada. Compromiso y ética. Entonces en Ebird tengo registradas como unas trescientas y pico, no están todos los pájaros como el colibrí ermitaño de Manizales porque en ese momento no le paraba bolas a esa joda de registrar, tengo hasta fotos del man y así ha pasado con otros pájaros que ya vi. Pero propiamente yo, en mi conteo personal, tengo alrededor de quinientas especies vistas.

 Arauca Birding, más que desarrollar un proceso de turismo, genera otros espacios a los pelados para que no caigan en otros asuntos. Da la posibilidad de salir de esas vainas, distraerse, coger un binocular y comenzar a pajarear hasta el punto que consigan un trabajo y se dediquen a otras cosas. Solo que es difícil porque los procesos no se mantienen por sí mismos, los flujos de dinero no son constantes, son esporádicos y como Arauca no es un destino turístico como tal, entonces es muy complicado ser sostenible.

Esto es gracias a dos grandes problemas, uno es el que usted ya conoce y el que todo el mundo habla, el conflicto armado, y el otro son las invasiones de predios; éstas últimas pueden acabar con un proyecto de conservación de años en un día. Queman, construyen y sale de un momento a otro un caserío. Y claro, ya no puedes hacer nada ahí, ahora te toca correrte, ir cada vez más lejos. Todas esas formas inciden negativamente en los procesos.

Ahora, póngase a pensar, si usted se legaliza y comienza a pagar un local de nada sirve porque cambia de un momento a otro las condiciones del conflicto. Y, aún más, el periodismo no es que haya ayudado a mejorar estas condiciones: este puede motivar el surgimiento de un territorio o acabarlo de la nada. Acá sucedió que lo acabó. Tú ves televisión, redes sociales y están bombardeando malas noticias del departamento. ¿Cómo cambiar ese imaginario? ¿Cómo decirle a la gente que no es tan peligroso como lo muestran los medios de comunicación? Nadie viene acá a buscar las cosas buenas que se están haciendo en el territorio.

 Y ésta mala imagen de Arauca es la imagen que tiene la mayoría de colombianos. Cuando una persona llama con la intención de ver pájaros, ella ya sabe las condiciones a las que viene, entonces lo que uno hace es garantizárselas para que venga y, por lo general, es alguien que ha recorrido Colombia, que conoce la realidad del país. Pero es muy diferente cuando es una persona que hasta ahora le está interesando el pajareo, que hasta ahora está iniciando, no conoce el mundo en el que estamos metidos, ni la actividad como tal. Le parece interesante, ve la oferta de Arauca, pero cree que por venir la van a secuestrar, le va a pasar algo y es ahí cuando a uno le toca hablar, explicarle que se están haciendo las cosas de la mejor manera posible para que disfrute el avistamiento.  

Es decirle que nosotros no solamente estamos aquí dándonos plomo las veinticuatro horas del día, que no estamos armados hasta los dientes, que no somos guerrilleros y que no andamos encapuchados, como todo el mundo cree. La realidad de los pueblos no es esa. Yo lo que digo es que las personas no deberían dejar de visitar estos lugares, deberían informarse bien, hacer enlace con una persona local para poder ir a estos espacios, ya que la guerra no solo ha impactado a Arauca, ha impactado a todos por igual, indirecta o directamente. Y por ello, no podemos darle la espalda a procesos como los que ocurren acá, a veces nosotros hacemos un gran cambio con solo el hecho de ir a visitar, pasear, gastarle la comidita a una persona del campo. Eso ayuda mucho, ayuda a que estas dinámicas de violencia disminuyan.

Pero si el turista no llega, pues todos estos procesos pueden ser muy bonitos pero terminan muriéndose. He ahí el por qué muchas personas deben sacarse ese estigma y realmente ver la realidad en la que vivimos. Es posicionar otro tipo de lenguaje que no sea sólo el del conflicto armado, porque nadie dice que no exista en estos territorios; pero eso no quiere decir que nos estemos dando bala todos los días, o que no haya espacios para poder desarrollar ejercicios de turismo comunitario, o que no se estén dando actividades de cuidado, o que no haya personas trabajando día y noche para conservar la fauna araucana.

 Esos pequeños cambios de quitar estigmas solo se logran con trabajo, con procesos pedagógicos. Acá han venido varias personas a realizar las actividades, las conocen y se dan cuenta que Arauca no es tan violenta como creían, se quedan dos o tres días y se llevan una excelente imagen del territorio y del proceso. Uno cree que a estos actos nadie mira ni valora, pero tienen un impacto muy positivo en las personas. Así se incentiva a que un pelado prefiera ir a pajarear que irse a otra parte que no le lleva nada bien. ¿Pero cómo ese pelado lo va a hacer si no hay turistas, si no tiene un ingreso económico? Es ahí cuando solo el turista ayuda a generar otro tipo de oportunidades. Piénsese esto, si yo estoy aquí, en una comunidad donde pueda vivir del turista, del ejercicio comunitario, va a hacer muy difícil que la comunidad vaya a dejar de hacer estas prácticas, que permita que invadan predios de reserva o que quemen bosques o que se vayan en busca de otras oportunidades no positivas. Eso es lo que debemos crear, ya que no solo se cuida el medio ambiente, el espacio, sino que se teje una red entre diferentes personas y objetivos alrededor de una sola actividad como el turismo. 

Es por eso que se necesita que las personas abran su mente. Sí, es un territorio delicado, pero voy a conocer a alguien de allá, que me pueda ayudar a disfrutar, a guiar y a conocerlo. No es cerrarnos a la banda de mejor no voy por allá, ni lo veamos y olvidémoslo, pues lo que genera es que la guerra se fortalezca y los procesos comunitarios se debiliten.

Mano, debo irme. Para terminar le diría que el aviturismo es una estrategia de conservación, más allá de que sea turística, es una excusa para observar, de conocer el área donde ésta vive, las comunidades, la gastronomía de las personas, el clima. Es toda esa cadena que se activa con el solo hecho de que venga una persona a pajarear. Nace entonces un hobby que después se transformó en una actividad para la conservación: si tú quieres ver pájaros no puedes acabar con los bosques, no puedes ensuciar el río, ni tirarles plomo ni cauchera. Es despertar esa conciencia de lo vivo.

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